MARTÍNEZ CÁNOVAS
CRECE SALVAJE LA FLOR DE SU CÓLERA
Conversaciones Infinitas con Alfonso de la Torre
De la poderosa estirpe de los artistas apofáticos. Tan necesarios. Pensé en Millares, y en Andrés Serrano, contemplando sus obras. Y, comenzando, me atrevería a concluir que, como el artista canario del duelo y la sangraza, Martínez Cánovas (Murcia, 1980), al modo de un contemporáneo pintor místico, hubiese merecido entrar en aquel libro de André Pieyre de Mandiargues sobre el teatro de las heridas y los pintores místicos (Des Visionnaires, París, 1961). De alguna forma, el surrealismo erigió contemporáneamente la representación de la atracción del horror capaz de petrificar, mas existiendo como si tal cosa entre los pliegues del mundo este que habitamos.
Martínez Cánovas muestra lo que es considerado inmundo, no-noble-para-el-arte, aquello que no ha sido engalanado para la considerada belleza oficial. Fragmentos escapados al control de la visión, reliquias de lo que no está (estoy recordando los conmovedores trabajos casi taxonómicos sobre su abuelo, Juan Cánovas). Esa voz, “reliquia”, es la mención al fragmento, al resto del cuerpo y un recuerdo de la identidad del ausente, la exposición de los restos visibles sobrevivientes al fin carnal.
Creo que ciertas obras suyas podrían haber sido reescritas por aquel Joris-Karl Huysmans de Grünewald. El retablo de Isenheim. Redundando que no es extraño que sus trabajos, -poblados por “incomodidad y temores”, en palabras de Martínez Cánovas-, se inserten en las exposiciones entre pinturas y esculturas clásicas. Martínez Cánovas expone la zozobra del vivir acompañando la canónica belleza engalanada para el placentero museo de las bellas artes.
MARTÍNEZ CÁNOVAS
CRECE SALVAJE LA FLOR DE SU CÓLERA
Conversaciones Infinitas con Alfonso de la Torre
De la poderosa estirpe de los artistas apofáticos. Tan necesarios. Pensé en Millares, y en Andrés Serrano, contemplando sus obras. Y, comenzando, me atrevería a concluir que, como el artista canario del duelo y la sangraza, Martínez Cánovas (Murcia, 1980), al modo de un contemporáneo pintor místico, hubiese merecido entrar en aquel libro de André Pieyre de Mandiargues sobre el teatro de las heridas y los pintores místicos (Des Visionnaires, París, 1961). De alguna forma, el surrealismo erigió contemporáneamente la representación de la atracción del horror capaz de petrificar, mas existiendo como si tal cosa entre los pliegues del mundo este que habitamos.
Martínez Cánovas muestra lo que es considerado inmundo, no-noble-para-el-arte, aquello que no ha sido engalanado para la considerada belleza oficial. Fragmentos escapados al control de la visión, reliquias de lo que no está (estoy recordando los conmovedores trabajos casi taxonómicos sobre su abuelo, Juan Cánovas). Esa voz, “reliquia”, es la mención al fragmento, al resto del cuerpo y un recuerdo de la identidad del ausente, la exposición de los restos visibles sobrevivientes al fin carnal.
Creo que ciertas obras suyas podrían haber sido reescritas por aquel Joris-Karl Huysmans de Grünewald. El retablo de Isenheim. Redundando que no es extraño que sus trabajos, -poblados por “incomodidad y temores”, en palabras de Martínez Cánovas-, se inserten en las exposiciones entre pinturas y esculturas clásicas. Martínez Cánovas expone la zozobra del vivir acompañando la canónica belleza engalanada para el placentero museo de las bellas artes.
«En mi trabajo podemos encontrar, a través de un imaginario surrealista, onírico y simbólico, una conexión directa con esa parte de filósofos de la antigüedad como Aristóteles, que sostuvieron que la muerte es la más terrible de todas las cosas y que temer algunas cosas es incluso justo y noble.»
– Martínez Cánovas –
«En mi trabajo podemos encontrar, a través de un imaginario surrealista, onírico y simbólico, una conexión directa con esa parte de filósofos de la antigüedad como Aristóteles, que sostuvieron que la muerte es la más terrible de todas las cosas y que temer algunas cosas es incluso justo y noble.»
– Martínez Cánovas –
LOS OBJETOS
Errando voy, bajo la desgracia de este mundo. Es voz la del poeta Jean Pierre Jouve en Vers majeurs (1942). Veo en ciertas obras de Martínez Cánovas esa errancia entre las imágenes: enigmáticos objetos, restos, cosas aherrojadas, misterios que no fueron engalanados para el mundo.
Quizás sea una forma de exorcizar lo real, la vida, esa presencia de objetos. Sustituyendo los símbolos por aquellos otros, varados a la orilla del camino. El propio artista ha subrayado la presencia en su quehacer de “un imaginario surrealista, onírico y simbólico”. Ya sabemos que, para el surrealismo, el objeto era una cuestión central: objeto real y virtual, objeto móvil o mudo, objeto fantasma, objeto interpretado, objeto incorporado, ser-objeto, y objetos existentes de modo ajeno a él: objeto natural, objeto perturbado, objeto encontrado, objeto matemático y objeto involuntario, dijeron en su “Manifiesto”.
Evocando a Cirlot, pienso que los objetos de Martínez Cánovas comunican con las fuerzas que perforan los mundos (“y los alzan / en la cima furiosa de esa sombra / sin principio ni fin que me alimenta”).
La pregunta que se destila de tan largo introitus es sobre tu relación con los objetos del mundo y su incorporación a tus obras.
Pues mi relación con los objetos viene desde hace aproximadamente unos veinticinco o treinta años. Fue en mi adolescencia cuando empezaron a llamarme la atención, sobre todo y evidentemente, los objetos relacionados con el tema de la muerte y otro tipo de objetos antiguos, provenientes de distintas épocas. Yo percibo que este tipo de objetos obtienen una energía o vivencia de esos momentos en los que han sido creados y a día de hoy no me gusta estar rodeado de ellos. Aunque la verdad es que tengo muchísimos en el estudio, por ejemplo, porto todos los días una moneda romana del emperador Constantino.
Parte de mi espacio de trabajo está rodeado de cosas familiares y no familiares, ya que en una época estuve trabajando en un taller de restauración de antigüedades. Cada vez que entraba alguna pieza interesante, en lugar de gastarme el dinero en una noche de fiesta, y dependiendo de lo que costase, pues lo que hacía era terminar comprándolas.
Al final, lo que me gusta es estar rodeado en mi día a día de muebles y objetos que me transmitan la historia que han vivido. Creo que lo que más aprecio es que a nivel histórico y de sucesos, me puedan transportar a esos momentos. Por ejemplo, los objetos de guerra. Como fetichista que soy me encanta estar rodeado de ellos y evidentemente los incorporo a mi obra, rodeándola de la atmósfera que ellos le confieren.
LOS OBJETOS
Errando voy, bajo la desgracia de este mundo. Es voz la del poeta Jean Pierre Jouve en Vers majeurs (1942). Veo en ciertas obras de Martínez Cánovas esa errancia entre las imágenes: enigmáticos objetos, restos, cosas aherrojadas, misterios que no fueron engalanados para el mundo.
Quizás sea una forma de exorcizar lo real, la vida, esa presencia de objetos. Sustituyendo los símbolos por aquellos otros, varados a la orilla del camino. El propio artista ha subrayado la presencia en su quehacer de “un imaginario surrealista, onírico y simbólico”. Ya sabemos que, para el surrealismo, el objeto era una cuestión central: objeto real y virtual, objeto móvil o mudo, objeto fantasma, objeto interpretado, objeto incorporado, ser-objeto, y objetos existentes de modo ajeno a él: objeto natural, objeto perturbado, objeto encontrado, objeto matemático y objeto involuntario, dijeron en su “Manifiesto”.
Evocando a Cirlot, pienso que los objetos de Martínez Cánovas comunican con las fuerzas que perforan los mundos (“y los alzan / en la cima furiosa de esa sombra / sin principio ni fin que me alimenta”).
La pregunta que se destila de tan largo introitus es sobre tu relación con los objetos del mundo y su incorporación a tus obras.
Pues mi relación con los objetos viene desde hace aproximadamente unos veinticinco o treinta años. Fue en mi adolescencia cuando empezaron a llamarme la atención, sobre todo y evidentemente, los objetos relacionados con el tema de la muerte y otro tipo de objetos antiguos, provenientes de distintas épocas. Yo percibo que este tipo de objetos obtienen una energía o vivencia de esos momentos en los que han sido creados y a día de hoy no me gusta estar rodeado de ellos. Aunque la verdad es que tengo muchísimos en el estudio, por ejemplo, porto todos los días una moneda romana del emperador Constantino.
Parte de mi espacio de trabajo está rodeado de cosas familiares y no familiares, ya que en una época estuve trabajando en un taller de restauración de antigüedades. Cada vez que entraba alguna pieza interesante, en lugar de gastarme el dinero en una noche de fiesta, y dependiendo de lo que costase, pues lo que hacía era terminar comprándolas.
Al final, lo que me gusta es estar rodeado en mi día a día de muebles y objetos que me transmitan la historia que han vivido. Creo que lo que más aprecio es que a nivel histórico y de sucesos, me puedan transportar a esos momentos. Por ejemplo, los objetos de guerra. Como fetichista que soy me encanta estar rodeado de ellos y evidentemente los incorporo a mi obra, rodeándola de la atmósfera que ellos le confieren.
«DISAPPEAR». 2022
Grafito sobre papel
27,8 x 19,2 cm
«CHRONOS». 2017
Mixta sobre madera
150 x 122 cm
«DISAPPEAR». 2022
Grafito sobre papel
27,8 x 19,2 cm
«CHRONOS». 2017
Mixta sobre madera
150 x 122 cm
EL DIBUJO
Excelente dibujante, paciente y cuidada tarea, algo que parece haber sido olvidado por nuestro vertiginoso tiempo artístico. Admiro ciertos dibujos donde se entrecruzan las metamorfosis humano-animal, lo fidedigno con lo extraordinario (estoy pensando en la exposición de Martínez Cánovas, “Inferus Vacuus est” en la ermita de San Roque, en Fuente Álamo de Murcia, 2018), me llevaron hacia otros trabajos de dibujantes deformantes como Pat Andrea y hasta el silencioso Balthus.
Me gustaría me refirieras la importancia evidente del dibujo en tu obra: el dibujo como teatro de las metamorfosis (luego hablaremos del teatro)
Mi relación con el dibujo me viene prácticamente desde que tengo uso de razón. Sí que es verdad que siempre lo he compaginado con la pintura y si nos referimos a ello, desde que me dedico profesionalmente a esto, se podría decir seguramente que le he dedicado más horas al dibujo que al óleo, sobre todo por la técnica que utilizo cuando pinto.
Realmente me siento más cómodo – no sabría decir muy bien por qué – con el dibujo. Con el dibujo desde el inicio hasta el final sé por dónde voy y a dónde quiero llegar y en ningún momento, digamos, la obra me vence. Con el óleo, por el contrario, a veces sí me sucede. Siempre paso la etapa inicial de euforia, en la que todo funciona, pero luego, cuando termino, siento que me dan ganas en ocasiones de destrozar las obras; aunque luego trabajando sí que consigo sacarlas adelante. Pero como digo, con el dibujo lo tengo todo bajo control desde un principio hasta el final.
Es cierto que incluso dentro del dibujo he evolucionado hacia distintas formas. Por ejemplo, he tenido una etapa que es la de La Metamorfosis, (2015 – 2017) en la que trabajaba el grafito sobre tabla estucada un poco a la vieja usanza. Una receta de Cennini o Max Doerner, trabajando el sulfato cálcico, la cola de conejo, dándole capa, lijando… Todo aplicado sobre tabla y posteriormente dibujando sobre ello para intentar conseguir una sensación un poco más pictórica, hasta el punto que no es necesario ponerle luego un cristal ni nada, porque el soporte ya de por sí es bastante rígido. Pero desde la pandemia y con la condicionante de que mi estudio lo tengo fuera de casa, he tenido que empezar a acomodarme con un formato más pequeño, papeles, cosas así, más cómodas. Y como tenía todo el tiempo del mundo, pues me dio por hacerlo lo más virtuoso que pudiese ser, lo más fino, no sabría definirlo. La cuestión es que termino haciendo dibujo de formatos no muy grandes, los cuales la mayoría de las veces, los trabajo con un portaminas habitual. Con muchísimo cuidado y sin que se quiebre, me ha dado nuevos resultados que desconocía y me siento ahora bastante cómodo. Seguiré trabajando en ello y evolucionando sobre este soporte.
EL DIBUJO
Excelente dibujante, paciente y cuidada tarea, algo que parece haber sido olvidado por nuestro vertiginoso tiempo artístico. Admiro ciertos dibujos donde se entrecruzan las metamorfosis humano-animal, lo fidedigno con lo extraordinario (estoy pensando en la exposición de Martínez Cánovas, “Inferus Vacuus est” en la ermita de San Roque, en Fuente Álamo de Murcia, 2018), me llevaron hacia otros trabajos de dibujantes deformantes como Pat Andrea y hasta el silencioso Balthus.
Me gustaría me refirieras la importancia evidente del dibujo en tu obra: el dibujo como teatro de las metamorfosis (luego hablaremos del teatro)
Mi relación con el dibujo me viene prácticamente desde que tengo uso de razón. Sí que es verdad que siempre lo he compaginado con la pintura y si nos referimos a ello, desde que me dedico profesionalmente a esto, se podría decir seguramente que le he dedicado más horas al dibujo que al óleo, sobre todo por la técnica que utilizo cuando pinto.
Realmente me siento más cómodo – no sabría decir muy bien por qué – con el dibujo. Con el dibujo desde el inicio hasta el final sé por dónde voy y a dónde quiero llegar y en ningún momento, digamos, la obra me vence. Con el óleo, por el contrario, a veces sí me sucede. Siempre paso la etapa inicial de euforia, en la que todo funciona, pero luego, cuando termino, siento que me dan ganas en ocasiones de destrozar las obras; aunque luego trabajando sí que consigo sacarlas adelante. Pero como digo, con el dibujo lo tengo todo bajo control desde un principio hasta el final.
Es cierto que incluso dentro del dibujo he evolucionado hacia distintas formas. Por ejemplo, he tenido una etapa que es la de La Metamorfosis, (2015 – 2017) en la que trabajaba el grafito sobre tabla estucada un poco a la vieja usanza. Una receta de Cennini o Max Doerner, trabajando el sulfato cálcico, la cola de conejo, dándole capa, lijando… Todo aplicado sobre tabla y posteriormente dibujando sobre ello para intentar conseguir una sensación un poco más pictórica, hasta el punto que no es necesario ponerle luego un cristal ni nada, porque el soporte ya de por sí es bastante rígido. Pero desde la pandemia y con la condicionante de que mi estudio lo tengo fuera de casa, he tenido que empezar a acomodarme con un formato más pequeño, papeles, cosas así, más cómodas. Y como tenía todo el tiempo del mundo, pues me dio por hacerlo lo más virtuoso que pudiese ser, lo más fino, no sabría definirlo. La cuestión es que termino haciendo dibujo de formatos no muy grandes, los cuales la mayoría de las veces, los trabajo con un portaminas habitual. Con muchísimo cuidado y sin que se quiebre, me ha dado nuevos resultados que desconocía y me siento ahora bastante cómodo. Seguiré trabajando en ello y evolucionando sobre este soporte.
«A FUNERAL”. 2021
Grafito sobre papel
10,5 x 27 cm
«THE ESTIRGE”. 2021
Grafito y grafito acuarelable sobre papel
37 x 28 cm
EL DOLOR
De alguna forma, hay en toda tu obra una exposición de aquello de “La Divina Comedia” de Dante Alighieri, ¿quién podría negarme la entrada en la casa del dolor? Ese dolor no es sólo el inherente a la vida, el paso del tiempo, la consumación o desaparición de los seres, sino también veo reflexiones sobre el intenso dolor de nuestra civilización. Ahora, contemplando tus trabajos, llega hasta mi memoria una línea de tiempo que, comenzando quizás con Honoré Daumier u Odilon Redon, podría continuar en ciertos dibujos de, más cerca, Roland Topor. Pena de nuestra civilización, también escondida tras el titilar de las monedas, agazapada la mentira en los ornamentos del comercio, tras las bellas vitrinas hipnóticas que hicieran a Louis Aragon perder casi el sentido en los pasajes parisinos. La melancolía instalada irremisiblemente en todos nosotros.
El dolor, la ira y la melancolía, como elementos motores de tu creación, por favor, refiéreme este asunto.
Sobre esta pregunta resumiré mi respuesta aunque es un poco complicado. Digamos que desde una temprana edad me obsesioné con el tema de la muerte, o mejor dicho, lo que hay tras la muerte. Imagino que esto, junto al tipo de educación que he recibido, bastante tradicional, cristiana, ha provocado en mí esta manera de acercarme a las cosas del mundo. En mi familia muchos de sus integrantes forman parte del clero cristiano, yo los visitaba asiduamente cuando era un niño todos los fines de semana, puesto que eran los hermanos de uno de mis abuelos, que falleció cuando yo tenía cuatro años. Y por ende, pasaba mucho tiempo con ellos. Por lo tanto, entre esa obsesión y lo vivido con mi hermano al jugar al escondite dentro de iglesias o monasterios, no sé si eso ayudaría o no ayudaría. La cuestión es que sí, desde aquella época aproximadamente, digamos que vivo permanentemente con esa angustia, dolor y melancolía que evidentemente refleja mi estado anímico en mi obra.
No soy una persona, como artista, a la que le gusta fingir lo que está pintando, sino que me gusta sacar lo que llevo en mi interior, en mi mente. Mis inquietudes son mis obsesiones. Y por lo tanto, se podría decir que a día de hoy no sé si cambiarán, siguen un poco latentes estas inquietudes y estas obsesiones sobre temáticas muy similares.
EL DOLOR
De alguna forma, hay en toda tu obra una exposición de aquello de “La Divina Comedia” de Dante Alighieri, ¿quién podría negarme la entrada en la casa del dolor? Ese dolor no es sólo el inherente a la vida, el paso del tiempo, la consumación o desaparición de los seres, sino también veo reflexiones sobre el intenso dolor de nuestra civilización. Ahora, contemplando tus trabajos, llega hasta mi memoria una línea de tiempo que, comenzando quizás con Honoré Daumier u Odilon Redon, podría continuar en ciertos dibujos de, más cerca, Roland Topor. Pena de nuestra civilización, también escondida tras el titilar de las monedas, agazapada la mentira en los ornamentos del comercio, tras las bellas vitrinas hipnóticas que hicieran a Louis Aragon perder casi el sentido en los pasajes parisinos. La melancolía instalada irremisiblemente en todos nosotros.
El dolor, la ira y la melancolía, como elementos motores de tu creación, por favor, refiéreme este asunto.
Sobre esta pregunta resumiré mi respuesta aunque es un poco complicado. Digamos que desde una temprana edad me obsesioné con el tema de la muerte, o mejor dicho, lo que hay tras la muerte. Imagino que esto, junto al tipo de educación que he recibido, bastante tradicional, cristiana, ha provocado en mí esta manera de acercarme a las cosas del mundo. En mi familia muchos de sus integrantes forman parte del clero cristiano, yo los visitaba asiduamente cuando era un niño todos los fines de semana, puesto que eran los hermanos de uno de mis abuelos, que falleció cuando yo tenía cuatro años. Y por ende, pasaba mucho tiempo con ellos. Por lo tanto, entre esa obsesión y lo vivido con mi hermano al jugar al escondite dentro de iglesias o monasterios, no sé si eso ayudaría o no ayudaría. La cuestión es que sí, desde aquella época aproximadamente, digamos que vivo permanentemente con esa angustia, dolor y melancolía que evidentemente refleja mi estado anímico en mi obra.
No soy una persona, como artista, a la que le gusta fingir lo que está pintando, sino que me gusta sacar lo que llevo en mi interior, en mi mente. Mis inquietudes son mis obsesiones. Y por lo tanto, se podría decir que a día de hoy no sé si cambiarán, siguen un poco latentes estas inquietudes y estas obsesiones sobre temáticas muy similares.
«I”
Grafito sobre papel
140 x 190 cm
«I”
Grafito sobre papel
140 x 190 cm
LA FARSA Y LA TRAGEDIA
Pierre Michon, escribió que “por qué no iba a ser la pintura una farsa si la vida también lo es”, lo cito en ocasiones. Y proseguiría observando que, cuando la glotonería por vivir y la imposibilidad de hacerlo se encuentran, el conflicto sólo puede resolverse con violencia. El arte es esa violencia, quizás expresada con un habla plural.
Quería me refirieras ese aire trágico, quizás un movimiento entre farsa y tragedia, que portan muchas de tus obras.
El aire trágico que se puede percibir en la gran mayoría de mi obra, proviene un poco de lo que he comentado anteriormente. Ese pensamiento o esa obsesión recurrente de mi edad temprana, que es algo que pervive conmigo las veinticuatro horas del día. Es una realidad que me acompaña y de la que me resulta difícil desconectar. Y hace que mi estado anímico vaya siempre un poco por ahí. A la hora de hacer las obras, esa parte un poco de farsa, o esa escenografía, que yo comparo y la veo como el trabajo que hace un director de cine cuando tiene que montar bien una escena de algún hecho dramático. Al final yo hago exactamente lo mismo: coloco objetos o si no son objetos, son personas, intento utilizar modelos y hago la fotografía. Luego, evidentemente, tengo que recurrir a la fantasía y lo imaginario, para añadir elementos, cosas que no existen y que me invento. Y al final organizo, creo una escena que cuenta algo, porque me gusta que cada obra relate una historia diferente, propia. Me termino aburriendo, por ejemplo, de las series que son de veinte o treinta obras y todas cuentan lo mismo. A veces lo he hecho y lo he conseguido. Pero suelo tender más a crear una escena y que esta sea capaz de hablar de un hecho en concreto. Me resulta así más cómodo. Luego, para la siguiente obra hago una puesta diferente. Y así voy construyendo cada una de las narraciones que se aprecian en mis trabajos. Aunque sí que es verdad que al final todas tienen un contexto similar y podrían estar clasificadas dentro de un mismo género.
LA FARSA Y LA TRAGEDIA
Pierre Michon, escribió que “por qué no iba a ser la pintura una farsa si la vida también lo es”, lo cito en ocasiones. Y proseguiría observando que, cuando la glotonería por vivir y la imposibilidad de hacerlo se encuentran, el conflicto sólo puede resolverse con violencia. El arte es esa violencia, quizás expresada con un habla plural.
Quería me refirieras ese aire trágico, quizás un movimiento entre farsa y tragedia, que portan muchas de tus obras.
El aire trágico que se puede percibir en la gran mayoría de mi obra, proviene un poco de lo que he comentado anteriormente. Ese pensamiento o esa obsesión recurrente de mi edad temprana, que es algo que pervive conmigo las veinticuatro horas del día. Es una realidad que me acompaña y de la que me resulta difícil desconectar. Y hace que mi estado anímico vaya siempre un poco por ahí. A la hora de hacer las obras, esa parte un poco de farsa, o esa escenografía, que yo comparo y la veo como el trabajo que hace un director de cine cuando tiene que montar bien una escena de algún hecho dramático. Al final yo hago exactamente lo mismo: coloco objetos o si no son objetos, son personas, intento utilizar modelos y hago la fotografía. Luego, evidentemente, tengo que recurrir a la fantasía y lo imaginario, para añadir elementos, cosas que no existen y que me invento. Y al final organizo, creo una escena que cuenta algo, porque me gusta que cada obra relate una historia diferente, propia. Me termino aburriendo, por ejemplo, de las series que son de veinte o treinta obras y todas cuentan lo mismo. A veces lo he hecho y lo he conseguido. Pero suelo tender más a crear una escena y que esta sea capaz de hablar de un hecho en concreto. Me resulta así más cómodo. Luego, para la siguiente obra hago una puesta diferente. Y así voy construyendo cada una de las narraciones que se aprecian en mis trabajos. Aunque sí que es verdad que al final todas tienen un contexto similar y podrían estar clasificadas dentro de un mismo género.
«La metamorfosis humano – animal representada de manera clásica o bien, inspirada en la ciencia ficción, es otra de las líneas habituales en mis últimos trabajos.»
– Martínez Cánovas –
«La metamorfosis humano – animal representada de manera clásica o bien, inspirada en la ciencia ficción, es otra de las líneas habituales en mis últimos trabajos.»
– Martínez Cánovas –
Y EL MUNDO, AQUÍ FUERA
Maurice Blanchot recordaba que la obra de arte no es más que una violencia indistinta que tiende a mostrarse y ocultarse. Exaltándose en un espacio que se abre, proclive a la retirada en la profundidad de la disimulación.
Te encuentras con el mundo del arte, ahora la Feria, la exposición, los críticos o las galerías. El mundo que conocemos.
Cómo percibes sucede ese encuentro entre el mundo y tus trabajos.
Pues tengo realmente un poco de sensaciones encontradas, con esto de exhibirse uno en una feria ante críticos, público, otros artistas y galerías. Es por un lado fascinante poder participar en ella, evidentemente, ya que pretendo o me dedico a esto y quiero seguir viviendo de ello. Pero por otro lado y como comentaba antes, siendo mi obra una cosa tan personal, al final es muy similar a cuando una persona va a un confesionario a contarle su historia a un sacerdote, y le cuenta su intimidad. Entonces sí que siento un poco que exhibo públicamente ciertas cosas personales. Por un lado es una experiencia que está bien, pero por otro lado es como quitarse cada una de las capas que arropan mi intimidad. Y creo que es un encuentro que puede dar pie a recibir algún tipo de crítica no muy positiva; o que las obras no se perciban cómo las he querido expresar. Creo que eso a mí sí que podría afectarme.
Por ejemplo, mi última exposición en 2020 abordó la exhumación de mi abuelo. Leía entonces a una persona en redes sociales que decía me lucraba con mi abuelo fallecido. Cuando en verdad fue una exposición muy personal, hecha con un cariño inmenso hacia la figura de mi abuelo. Era a mis ojos todo lo contrario. La obra no estaba a la venta, no tenía una intención lucrativa. Así que considero que con este tipo de eventos, uno como artista siempre se la juega cuando va a un sitio así. Aunque realmente me siento muy complacido y espero que sea una gran experiencia.
Y EL MUNDO, AQUÍ FUERA
Maurice Blanchot recordaba que la obra de arte no es más que una violencia indistinta que tiende a mostrarse y ocultarse. Exaltándose en un espacio que se abre, proclive a la retirada en la profundidad de la disimulación.
Te encuentras con el mundo del arte, ahora la Feria, la exposición, los críticos o las galerías. El mundo que conocemos.
Cómo percibes sucede ese encuentro entre el mundo y tus trabajos.
Pues tengo realmente un poco de sensaciones encontradas, con esto de exhibirse uno en una feria ante críticos, público, otros artistas y galerías. Es por un lado fascinante poder participar en ella, evidentemente, ya que pretendo o me dedico a esto y quiero seguir viviendo de ello. Pero por otro lado y como comentaba antes, siendo mi obra una cosa tan personal, al final es muy similar a cuando una persona va a un confesionario a contarle su historia a un sacerdote, y le cuenta su intimidad. Entonces sí que siento un poco que exhibo públicamente ciertas cosas personales. Por un lado es una experiencia que está bien, pero por otro lado es como quitarse cada una de las capas que arropan mi intimidad. Y creo que es un encuentro que puede dar pie a recibir algún tipo de crítica no muy positiva; o que las obras no se perciban cómo las he querido expresar. Creo que eso a mí sí que podría afectarme.
Por ejemplo, mi última exposición en 2020 abordó la exhumación de mi abuelo. Leía entonces a una persona en redes sociales que decía me lucraba con mi abuelo fallecido. Cuando en verdad fue una exposición muy personal, hecha con un cariño inmenso hacia la figura de mi abuelo. Era a mis ojos todo lo contrario. La obra no estaba a la venta, no tenía una intención lucrativa. Así que considero que con este tipo de eventos, uno como artista siempre se la juega cuando va a un sitio así. Aunque realmente me siento muy complacido y espero que sea una gran experiencia.
«FAMILY TREE”. 2017
Óleo sobre madera
122 x 175 cm
JUAN JOSÉ MARTÍNEZ CÁNOVAS
Licenciado y Doctor en Bellas Artes por la Universidad de Murcia. Entre algunos de los premios más relevantes se encuentran el haber obtenido el de Residencias Nacionales (PICE) de Acción Cultural Española 2022, la Beca a profesionales de las Artes Plásticas y Visuales para el Desarrollo de Proyectos de Investigación concedida por el Instituto de Industrias Culturales y de las Artes (ICA) 2020. El Primer premio XLVII Concurso Nacional de Pintura Villa de Fuente Álamo 2019.
Ha participado en ferias de arte contemporáneo como Estampa Contemporary Art Fair, FIG Bilbao y Shanghai Art Fair entre otras. Ha realizado 26 exposiciones individuales por distintos ámbitos regionales, nacionales e internacionales como son Roma, Fabriano, Madrid, Bilbao, Granada, Almería y Murcia entre otros.
JUAN JOSÉ MARTÍNEZ CÁNOVAS
Licenciado y Doctor en Bellas Artes por la Universidad de Murcia. Entre algunos de los premios más relevantes se encuentran el haber obtenido el de Residencias Nacionales (PICE) de Acción Cultural Española 2022, la Beca a profesionales de las Artes Plásticas y Visuales para el Desarrollo de Proyectos de Investigación concedida por el Instituto de Industrias Culturales y de las Artes (ICA) 2020. El Primer premio XLVII Concurso Nacional de Pintura Villa de Fuente Álamo 2019.
Ha participado en ferias de arte contemporáneo como Estampa Contemporary Art Fair, FIG Bilbao y Shanghai Art Fair entre otras. Ha realizado 26 exposiciones individuales por distintos ámbitos regionales, nacionales e internacionales como son Roma, Fabriano, Madrid, Bilbao, Granada, Almería y Murcia entre otros.